Children with Low Self-Control likely to become overweight pre-teens, University of Michigan study finds
ANN ARBOR: Does your child have a harder than normal time resisting temptation? Whether it’s with toys or food, that inability to wait can lead to weight gain as they reach their pre-teen years.
Young children who display an inability to delay gratification appear predisposed to be over-weight by their pre-teen years, according to University of Michigan researchers.
In a University of Michigan study that is one of two reports appearing in the April issue of the Journal of the American Medical Association's Archives of Pediatrics & Adolescent Medicine, researchers used a waiting task to gauge 4-year-olds’ ability to delay gratification.
The children were asked to choose candy, animal crackers or pretzels as their preferred food and left alone with two plates of different quantities of the food.
Children were told that they would be allowed to eat a larger quantity of the chosen food if they waited until the examiner returned. If they could not wait until the examiner returned, they could ring a bell to summon the examiner back into the room, at which time they could eat the small quantity.
Of the 805 children who participated, 47 percent failed the test, either by ringing the bell before a seven-minute waiting period elapsed, spontaneously beginning to eat the food, becoming distressed, going to the door or calling for a parent or the examiner.
Those who displayed a limited ability to delay gratification were 29 percent more likely to be overweight at age 11 than those who could delay gratification, says Julie Lumeng, M.D., a developmental and behavioral pediatrician with the University of Michigan Health System and one of the study’s authors.
The study tried to control for effects of parenting by asking mothers if they expected their children to delay gratification for food, for example, by not allowing the child to snack whenever he or she wants to. Researchers found no impact of the mother’s answer on the relationship between the child’s ability to delay gratification and risk of becoming overweight.
“Even when the mom said she expects the child to be able wait in their daily life at home, if the child was unable to wait, they were more likely to become overweight,” Lumeng says.
The association was partially explained by mothers’ weight status. The influence of maternal weight status on child weight reflects genetic as well as environmental factors, and both factors are possible explanations for this finding.
The weight of the mother made a difference in the child’s ability to wait to eat, Lumeng adds.
“Moms who are overweight themselves have kids that are less able to wait,” Lumeng says. “No study like this one can prove causation, but there's an association.”
This study suggests that if parents want to reduce the risk of obesity in their children, they should teach the child to delay gratification and model the behavior themselves, Lumeng says.
Parenting techniques may help children develop an ability to delay gratification, the authors say. Some strategies that have been described in prior studies have been keeping the desired item - in this case, food - out of sight, and therefore out of mind, or distracting the child’s attention from the food to another engaging activity.
Another possibility is simply providing a logical structure to snacks and mealtimes so that the child learns that food should not be eaten the moment it is desired, but waiting until the next snack or meal time, the authors write.
The U-M study that appears in the Archives of Pediatrics & Adolescent Medicine is one of several on the subject in this month’s edition.
In a Pennsylvania State University study, 3-year-old children participated in a self-control assessment that involved sitting alone in a room with a toy for 150 seconds. Those who waited at least 75 seconds to play with the toy were classified as high in self-regulation. At age 5, the children participated in an exercise in delayed gratification that involved choosing a smaller portion of a favorite food immediately or a larger portion several minutes later.
Children who were unable to regulate their behavior at both ages had the highest body mass index (BMI) scores for their age at 12 years and the most rapid increases in BMI over the nine-year follow-up.
Pediatricians could use this knowledge to educate children and their parents about the importance of learning to delay gratification, Lumeng says.
How to help children who have trouble waiting:
• If the child is constantly asking for the cookies on the counter, put them away - “out of sight, out of mind.”
• Draw the child’s attention to other activities if it’s not time to eat.
• Have a structure to meals and snacks. If snack time is at 3:30 p.m. and the child is unlikely to be actually very hungry, teach the child to wait a bit.
• Some kids, no matter what a parent does, may have a hard time delaying gratification. Keeping tempting foods out of the house altogether may be the best solution for some families.
For more information, visit: http://www2.med.umich.edu/
healthcenters/provider_profile.cfm?individual_id=57943
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Los niños con escaso autocontrol probablemente serán adolescentes con exceso de peso, según un estudio de la Universidad de Michigan
ANN ARBOR: ¿Su hijo tiene dificultades mayores que las normales para resistir una tentación? Ya sea con juguetes o con la comida esta incapacidad para esperar puede conducir al aumento de peso a medida que los niños se acercan a la adolescencia.
Los niños jóvenes que muestran una incapacidad para postergar la gratificación parecen predispuestos al exceso de peso en los años previos a la adolescencia, según los investigadores de la Universidad de Michigan.
En un estudio de la Universidad de Michigan que es uno de los dos informes que publica la edición de abril de la revista Pediatrics and Adolescent Medicine, de la Asociación Médica de Estados Unidos, los investigadores usaron una tarea de espera para medir la capacidad de los niños de 4 años para postergar su gratificación.
A los niños se les pidió que eligieran entre caramelos, galletitas con forma de animales o rosquillas como su comida favorita, y se les dejó con dos platos de diferentes cantidades de la comida.
A los participantes se les dijo que se les permitiría comer una cantidad más grande de la comida elegida si esperaban hasta que volviera la persona que hacía el examen. Si no podían esperar hasta que retornara esa persona, podían sonar una campanilla para llamarla a que volviera a la sala, y en ese momento podían comer la cantidad más chica.
De los 805 niños y niñas que participaron, el 47 por ciento falló en la prueba, ya sea porque hicieron sonar la campanilla antes de que transcurriera el período de espera de siete minutos, o porque comenzaron a comer de manera espontánea, porque se impacientaron, porque fueron a la puerta o llamaron al padre o la madre o la examinadora.
Los niños y niñas que mostraron una capacidad limitada para postergar la gratificación tuvieron 29 por ciento más probabilidades de tener exceso de peso a los 11 años de edad que los que pudieron demorar la gratificación, dijo Julie Lumeng, una pediatra especializada en desarrollo y conducta en el Sistema de Salud de la Universidad de Michigan, y una de las autoras del estudio.
El estudio procuró controlar los efectos de la educación dada por los padres y las madres, preguntándoles si esperaban que sus niños demoraran la gratificación con la comida, por ejemplo, no permitiéndoles que comieran bocadillos cada vez que tuvieran el antojo. Los investigadores encontraron que la respuesta de la madre no tenía impacto en la relación entre la capacidad del niño para demorar la gratificación y su riesgo de alcanzar un exceso de peso.
“Aun en los casos en que la madre dijo que espera que sus hijos sean capaces de esperar en la vida cotidiana en casa, si ellos no son capaces de hacerlo, igual tienen más probabilidades de alcanzar un peso excesivo”, dijo Lumeng.
La asociación se explicó en parte por el status de peso de la madre. La influencia del status de peso maternal sobre el peso del niño o la niña refleja factores genéticos y también ambientales, y ambos factores son explicaciones posibles para esta conclusión.
El peso de la madre hizo una diferencia en la capacidad del niño para esperar antes de comer, agregó Lumeng.
“Las madres que tienen exceso de peso tienen hijos que son menos capaces de esperar”, señaló. “Ningún estudio como éste puede probar una relación de causa y efecto, pero existe una vinculación”.
El estudio sugiere que si las familias quieren reducir el riesgo de obesidad en sus niños deberían enseñarle a que postergue la gratificación y deben ser los padres y madres mismos los modelos de esa conducta, dijo Lumen.
Hay técnicas de crianza que pueden ayudar a que los niños desarrollen la capacidad para postergar la gratificación, indicaron los autores. Algunas estrategias que se han descrito en estudios anteriores incluyen el que se mantenga el objeto deseado, en este caso la comida, afuera de la vista y por lo tanto lejos de la atención del niño, o distraerle la atención de la comida hacia otra actividad que le interese.
Otra posibilidad es, simplemente, establecer una estructura lógica para los bocadillos y las horas de comer, de manera que el niño aprenda que no debe comer a cada momento que lo desee, sino que debe esperar hasta la próxima hora de merienda o comida, añadieron los autores.
El estudio de la UM se publica en la revista Archives of Pediatrics and Adolescent Medicine y es uno de varios sobre el mismo asunto en la edición de este mes.
En un estudio de la Universidad estatal de Pennsylvania, niños y niñas de 3 años de edad participaron en una evaluación del auto control que consistió en sentarse solos en una habitación con un juguete durante 150 segundos. A los que esperaron por lo menos 75 segundos para jugar con el objeto se les asignó una clasificación alta en el autocontrol. A la edad de 5 años los niños participaron en un ejercicio de gratificación demorada que involucró la elección de una porción más pequeña de comida favorita para tomarla de inmediato, o una porción más grande varios minutos después.
Los niños que no fueron capaces de regular su conducta en ambos grupos de edad tenían las cifras más altas de índice de masa corporal para su edad a los 12 años, y los aumentos más rápidos de ese índice en el período de seguimiento de nueve años.
Los pediatras pueden usar este conocimiento para educar a los niños y a sus familias acerca del aprendizaje de la demora en la gratificación, dijo Lumeng.
Cómo ayudar a los niños que tienen dificultades para esperar:
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Si el niño pide constantemente las galletitas que están sobre la mesada, póngalas fuera de su vista
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Atraiga la atención del niño hacia otras actividades si todavía no es la hora de comer.
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Establezca una estructura para las comidas y las meriendas. Si la hora de la merienda es a las tres de la tarde y no es probable que el niño esté realmente hambriento, enséñele a que espere un poco.
Algunos niños y niñas, independientemente de lo que hagan los padres, pueden tener muchas dificultades para postergar la gratificación. La mejor solución para algunas familias puede ser que no tengan en la casa las comidas que más los tientan.
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