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Candidatos dejan de lado posiciones cómodas

Por RON FOURNIER

WASHINGTON (AP): Los candidatos de ambos partidos a la presidencia están empezando a dejar de lado los pronunciamientos ambiguos en torno a problemas divisivos como Irak y la inmigración ilegal, y a definir posiciones más comprometidas.

Los demócratas se vuelcan hacia la izquierda en relación con Irak, mientras que los republicanos viran hacia la derecha al hablar de los indocumentados. Ninguno de los giros sorprende, ya que el sistema bipartidista fomenta la tendencia de los candidatos a congraciarse con los sectores más fervorosos de sus partidos en las pujas internas.

Pero dos factores hacen que esta dinámica adquiera particular relevancia:

_ La campaña con miras a las elecciones de noviembre del 2008 comenzó antes que de costumbre y los candidatos tendrán más tiempo para ver qué opinan las bases de sus partidos antes de preocuparse de lo que pueda pensar el resto del electorado.

_ En la cúpula política nacional se perciben las divisiones más pronunciadas en varias décadas.

``No hay buenas perspectivas de reconciliación o de que se pueda forjar un consenso en estos dos temas tan importantes'', opinó David L. Epstein, experto de la Universidad de Columbia. ``Lo inquietante es que las divisiones se tornarán más profundas a medida que transcurre el tiempo y a quienquiera que gane le va a resultar más difícil gobernar''.

Cuatro de los principales candidatos demócratas votaron en el Senado a favor de darle al presidente George W. Bush autoridad para declarar la guerra a Irak en el 2002. En esa época, los índices de popularidad de Bush eran altos y los demócratas no querían correr el riesgo de ser vistos como débiles en la lucha contra el terrorismo si se oponían a la ocupación.

A medida que aumentan las bajas en Irak, los sectores liberales del partido promovieron un cambio de filosofía y los candidatos han estado retractándose de su voto de hace cinco años.

El caso más notable es el de Hillary Rodham Clinton, quien en esa oportunidad no solo afirmó que Saddam Hussein tenía un programa de armas de destrucción masiva sino que lo acusó de ofrecer ``ayuda y refugio a miembros de al-Qaida''. Admitió, no obstante, que no había indicios de que Irak hubiese participado en los atentados del 11 de septiembre del 2001.

Al igual que la Casa Blanca, Clinton estaba equivocada en torno a las armas y a los lazos de Saddam con al-Qaida. Ahora dice que, de haber sabido entonces lo que se sabe ahora, no hubiese apoyado la iniciativa que dio a Bush facultades para iniciar la guerra.

Aun cuando comenzó a tomar distancia de la política del gobierno, Clinton apeló con frecuencia a la retórica de Bush. ``El fracaso no es una opción'', declaró en diciembre del 2003, aludiendo a Irak y Afganistán. ``No hay otra salida que mantener nuestro compromiso''.

Esa posición se hizo insostenible cuando Barack Obama, quien no estaba en el Senado en el 2002, ingresó a la contienda y proclamó a los cuatro vientos que se había opuesto a la ocupación desde el primer momento. Empujados por las bases, tanto Clinton como Obama se volcaron cada vez más hacia la izquierda. Luego de oponerse a fijar plazos para el regreso de los soldados, la semana pasada votaron en contra de un proyecto que asigna fondos a la ocupación.

Los favoritos entre los republicanos—Rudy Giuliani, John McCain, Mitt Romney y Fred Thompson—por su lado, tuvieron que cambiar su discurso sobre inmigración. Todos apoyaron en el pasado el derecho de los inmigrantes indocumentados a regularizar su situación y lograr la ciudadanía, pero McCain es el único que no se alejó de esa posición.

Los demás se hicieron eco del deseo de las bases republicanas, que se oponen al acuerdo forjado por la Casa Blanca y los líderes demócratas del Congreso.

Los puntos de vista cambiantes en torno a Irak y la inmigración son reflejo de una tendencia generalizada hacia la adopción de políticas extremas, que algunos expertos dicen no se veía desde fines del 1800.

Los factores que inciden en este extremismo político incluyen nuevas tecnologías que hacen que las comunicaciones promuevan la democracia, una serie de temas delicados que dividen a la gente y estrategias políticas más sofisticadas.

``Las bases están mucho más definidas que en ningún otro momento desde fines del siglo pasado (aludiendo al 1800)'', expresó Marc J. Hetherington.

 

 

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