Algo similar, pero mucho menos emocionante, se vivió en México esta semana: el corto margen de diferencia entre la cantidad de votos que recibió el candidato del Partido Acción Nacional (PAN) Felipe Calderón y el candidato del Partido de la Revolución Democrática Andrés Manuel López Obrador hizo que muchos mexicanos se reunieran en el Zócalo capitalino y protestaran. López Obrador sigue argumentando que hubo fraude e intenta pelear para conseguir un recuento de los votos.
Esta elección tiene tintes de la elección del 2000 que se vivió en Estados Unidos entre el ahora presidente George W. Bush y Al Gore y la cual tuvo que ser decidida por la Corte Suprema de los Estados Unidos. Pero a diferencia de la elección estadounidense, la elección mexicana tuvo un claro ganador y López Obrador simplemente se resiste a aceptar que perdió. México intento quitarse el peso del Partido Revolucionario Institucional (PRI) pero sigue luchando por conseguir verdadera democracia. Es difícil cambiar la actitud de un país y de sus gobernantes de la noche a la mañana pero no imposible.
Felipe Calderón necesitara destreza y muy buen sentido político para gobernar en un país tan dividido como el que vio esta elección y necesitara fortaleza y apoyo para llevarlo a la siguiente etapa de desarrollo político, económico, y social.
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